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Mapa de situación del concejo

Mapa de situación del concejo de Ribadesella. Asturias.

Escudo del concejo

Escudo del concejo de Ribadesella. Asturias.

Descripción

El asentamiento humano en territorio de Ribadesella es continuo desde los más remotos tiempos prehistóricos. Al hombre de entonces el marco geográfico riosellano le ofrecía ventajosas condiciones para el hábitat. La arqueóloga Yolanda Viniegra apunta a que ello fue posible gracias a la convergencia de varios factores. De un lado, la configuración topográfica, donde sobresale el ancho pasillo costero y el largo curso del río Sella rematado en su desembocadura por un amplio estuario. De otro, la pluralidad de cavernas y abrigos rocosos, que, nacidos de la acción de desgaste del agua sobre los vastos sectores calcáreos comarcales, acogieron a aquellos hombres, sometidos como estaban a la hostilidad de Würm, la última glaciación cuaternaria. Es preciso tener en cuenta, además, que el concejo reúne en un reducido espacio muy distintos biótopos, es decir, territorios o espacios vitales de condiciones ambientales adecuadas para el desarrollo de seres vivos, poseedores en este caso de una gran diversidad de recursos naturales.

Aquellos cazadores-recolectores constituyeron una auténtica civilización prehistórica, de la que se vienen teniendo noticias desde principios del siglo XX gracias al descubrimiento y exploración de las muchas cuevas de interés existentes, un empeño de resultados grandiosos que comprometió a especialistas tan cualificados como el conde de la Vega del Sella, E. Hernández Pacheco, H. Obermaier, F. Jordá Cerdá, éste a mitad de siglo, o Rodrigo de Balbín, en la actualidad. Sin embargo la investigación no cesa, continúa a un ritmo trepidante. El hallazgo de más pinturas y restos arqueológicos convierte a Ribadesella —cuyo periodo de mayor esplendor es el Paleolítico Superior— en una de las cunas mundiales del arte prehistórico y concretamente a Tito Bustillo, la caverna más importante del macizo de Ardines, en uno de los santuarios mundiales de la creación artística paleolítica, de una calidad equiparable a la cántabra de Altamira y a la francesa de Lascaux. Tito Bustillo aparte, Ardines cuenta con al menos doce cuevas de la época del Magdaleniense; para Alfonso Moure Romanillo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria, las más sobresalientes son La Cuevona, La Lloseta, El Cierro o Cierru, Les Pedroses, Cova Rosa, Cueva del Ríu, Cueva del Tenis y San Antonio; todas ellas situadas al occidente del Sella, excepto la de San Antonio, ubicada en la margen derecha del estuario de dicho río.

Como ya se ha dicho, las excavaciones arqueológicas en el macizo de Ardines continúan dando resultados muy satisfactorios. Así, en Tito Bustillo, después de que el equipo de Rodrigo de Balbín, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares, lograse recuperar más de un centenar de nuevas pinturas, además de una inédita capilla dedicada a la sexualidad masculina, los estudios efectuados en julio de 1999 por la prehistoriadora asturiana Ana Cristina Pinto han llevado a descubrir, en una pequeña galería cercana al panel central de la cueva, numerosos restos de osos cavernarios (cráneos, mandíbulas, fémures y centenares de pequeñas piezas), en lo que es el único yacimiento de este tipo conocido hasta el momento en Asturias. Esos enormes plantígrados que habitaron la cueva de Tito Bustillo cuando en Ribadesella mandaba un clima frío en extremo eran muy diferentes al oso pardo actual y superiores en peso y en tamaño a los grizzlies, los grandes osos norteamericanos. El peso de un adulto debía de estar en torno a la media tonelada. Curiosamente, el grupo de investigación ha averiguado que Tito Bustillo era morada para hembras y oseznos, y en ninguna circunstancia para machos. Rodrigo de Balbín había fechado la presencia humana en esta cueva unos 15.000 años anteriores al Magdaleniense, lo que supondría una continuidad de vida de unos 25.000 años ininterrumpidos. La presencia de dichos animales, algo de lo que ya se tenía constancia, multiplica por cuatro ese intervalo temporal, ya que los «restos tienen al menos 100.000 años, pero podrían alcanzar los 300.000», según Pinto.

El Aula Didáctica de Prehistoria, inaugurada en 1987, ocupa el edificio anexo a la cueva de Tito Bustillo. Emplea distintos recursos didácticos para ofrecer al visitante una visión de conjunto de la Prehistoria asturiana, desde los primeros tiempos del Paleolítico Inferior hasta la aparición de la metalurgia: grandes paneles gráficos y, también, vitrinas con distintas reproducciones de piezas arqueológicas, provenientes de varios yacimientos asturianos, entre ellos el de la propia cueva de Tito Bustillo.

En lo que fue la primitiva entrada al sector oriental de Tito Bustillo, pero formando una cueva totalmente independiente hoy día, se encuentra la denominada Cuevona, con un yacimiento arqueológico estudiado superficialmente en la primera década del siglo XX, y con constancia de la existencia de zonas decoradas en sus paredes hoy muy deterioradas por las especiales condiciones climáticas de la localidad. Actualmente se ha instalado un espectáculo audiovisual que trata de crear en el espectador una actitud inquisitiva hacia el origen y significado del arte parietal, presentado, según el guión, como la primera manifestación conocida de una forma de lenguaje y de comunicación. Su visita se organiza a partir del Centro de Acogida e Información de Tito Bustillo.

Los tiempos epipaleolíticos están representados por el Aziliense (X-VIII milenio a. de C.) en la cueva del Cierro y, en mucha mayor medida, por el Asturiense, cultura presente durante cuatro milenios en territorio riosellano y extendida hasta el IV-III milenio a. de C., que se prodiga generosamente por todo el concejo, con asentamientos en Junco, Berbes, Cuerres, Ribadesella, etc. El empobrecimiento cultural caracteriza al Asturiense; no hay creación artística y del raquítico utillaje lítico únicamente puede ser destacado el pico asturiense, tosco utensilio de cuarcita provisto de una punta aguda que servía para recolectar los moluscos marinos y provocar la rotura de sus caparazones; el masivo consumo de ellos dio lugar a los típicos concheros, grandes acumulaciones de conchas que aparecen en La Lloseta o Les Pedroses.

El Neolítico ha dejado aquí endeble huella. En el conchero de Les Pedroses se encontraron varios fragmentos cerámicos que permitieron reconstruir una vasija de respetable tamaño. Tal hallazgo da pie a suponer la coexistencia durante determinado tiempo de dos formas de vida diferentes, la asturiense y la propia de las primeras comunidades neolíticas. Las creaciones megalíticas son hasta ahora escasas. Este periodo, no obstante, nos ha legado un hacha de piedra pulimentada proveniente de Cuerres y enterramientos o túmulos localizados en las estribaciones del Fito.

La Ribadesella prerromana estuvo habitada por el pueblo cántabro de los orgenomescos; el historiador latino Pomponio Mela cita, asimismo, a los salaenos. Tenían como capital a Octaviolca —junto al Sella— y extendían sus dominios hasta Colunga, Arriondas y Llanes. Aunque el solar riosellano ya estaba poblado en el Paleolítico, las primeras referencias escritas son del s. I a. de C. y pertenecen al griego Estrabón, que mencionó la ría de Noega, separadora de astures y cántabros. Hacia mediados del s. II d. de C., Ptolomeo (Geographike Hyphegesis) hizo referencia, asimismo, a Noega Ucesia, que se ha identificado con el río Sella y la población ribereña de Ucio (Ucesia).

La romanización no fue aquí excesiva, aunque sí hubo restos romanos, como las dos estelas funerarias del Forniellu (Leces), que ejemplifican la aceptación de las deidades romanas al tiempo que el mantenimiento del culto indígena, además de una moneda del año 354 d. de C., unas cerámicas y unos ídolos antropomorfos de piedra. Tras la victoria de las legiones sobre las indómitas tribus astures, Roma decidió dividir ambos pueblos por el río Sella, incluyendo a los astures en la provincia de Lusitania y a los cántabros en la Tarraconense.

Ya desde la época de la monarquía astur, el espacio de Ribadesella estaba integrado en una circunscripción territorial, denominada en las crónicas asturianas del ciclo de Alfonso III Primorias o provincia premoriense, definida por el medievalista J. I. Ruiz de la Peña como «marca oriental de Asturias», que abarcaba desde el Sella al Deva y desde los Picos de Europa al mar Cantábrico. «Este espacio ocupaba la margen derecha del río Sella o territorio de Melorda y la margen izquierda o territorio de Leduas» (Ana Belén de los Toyos Castro). Con el correr de los siglos medievales, la circunscripción premoriense terminaría dividiéndose en un grupo de territorios menores. En la Alta Edad Media, dos instituciones religiosas, San Salvador de Oviedo y el también ovetense monasterio de Santa María de la Vega, merced a sus posesiones, ejercían una gran influencia sobre Ribadesella.

En el siglo XIII se da un hecho de capital importancia, la fundación formal, hacia 1270, de la puebla y el alfoz de Ribadesella, bajo el reinado de Alfonso X el Sabio. Se unificaron entonces los territorios de Leces (Leduas) y Melorda (Meluerda), uno a cada lado del río, y se formó la unidad municipal que se ha mantenido hasta hoy. La nueva población, dotada de una carta de derechos civiles, no conservada, y de un gobierno tutelado por la Corona, pasaba a formar parte de un sistema de villas diseñado por la monarquía castellana para fortalecerse frente al poder emergente de la nobleza feudal. Según J. I. Ruiz de la Peña, la creación de este villazgo perseguiría la reorganización socioeconómica del alfoz, la concentración de la población dispersa en el distrito rural, el fortalecimiento de las estructuras político-administrativas con la creación de un concejo fuerte que hiciese frente con garantías a la rebelde nobleza local, además del fomento del desarrollo urbano y la reactivación económica del villazgo, lo que a su vez repercutiría beneficiosamente en el poder real.

El nuevo núcleo urbano se estableció sobre un antiguo portus, que ya se cita en documento de 1052, situado en la margen derecha del río Sella y dedicado a la pesca y al comercio.

«El nombre de esta villa, Puebla de Ribadesella, es un caso excepcional, puesto que no hace referencia ni al lugar donde se asentó —el antiguo portus—, ni al de su territorio, el alfoz de Melorda» (De los Toyos Castro).

La puebla se convirtió en el centro político-administrativo del concejo. Del gobierno de la villa y su alfoz se encargaron varias instituciones: una asamblea vecinal o concejo abierto, dos jueces y dos alcaldes, con responsabilidades ejecutivas y de administración de justicia, y, dependiente de éstos, un cuerpo de jurados o fieles. Completaba la organización un grupo de funcionarios municipales con distintas funciones.

A partir del otorgamiento de los privilegios fundacionales el primitivo portus experimentó un claro auge. El considerable esplendor económico vivido durante la Edad Media fue posible gracias a los astilleros, que se nutrían de la madera que se hacía bajar por el Sella, y al comercio marítimo, especialmente de la sal, indispensable para la salazón de pescados. La carencia de comunicaciones terrestres hacía que un puerto como éste tuviera un papel clave en el abastecimiento de todo el territorio. Aun así, la actividad más rentable era la captura con red de salmones en el Sella, controlada por el Gremio de Mareantes, y la caza de las ballenas que venían a invernar en estas aguas. En la playa existió hasta el s. XIX la Casa de las Ballenas, testimonio de aquella industria de derivados del cetáceo, como la carne en salazón o el aceite de candil. La villa formaba parte de la bajomedieval ruta litoral asturiana seguida por los peregrinos jacobeos; tal circunstancia también ayudó a su prosperidad.

A nivel político, Ribadesella, que en 1295 estuvo representada por Domingo Martínez y Martín Pérez en la Hermandad de los concejos de León y Galicia, constituida en las Cortes celebradas en Valladolid para defender la autonomía municipal de las apetencias señoriales, no estuvo al margen de los avatares de la época. En este sentido, la Edad Media fue aquí muy agitada, pues sus riquezas naturales y su situación estratégica eran disputadas por casas señoriales como la de Quiñones, la de Alvarez de las Asturias, la de Ruiz de Junco o la misma de Trastámara, cuando Enrique II pugnaba por ser rey. Los siglos XIV y XV fueron escenario de luchas constantes, hasta que los Quiñones se adueñaron de la villa en tiempos de Juan II. En 1488, los Reyes Católicos desalojaron a esta familia, enviándola a las Babias leonesas, e incorporaron de nuevo a Ribadesella a la Corona, junto con Llanes, Cangas de Narcea y Tineo, las cuatro villas conocidas desde entonces como las Cuatro Sacadas.

Marca el comienzo del apartado dedicado a la Edad Moderna del concejo la visita efectuada a la villa por Carlos I en 1517. En su primer viaje a España, el joven rey, tras el forzoso desembarco en Tazones y su estancia en Villaviciosa, llegó, procedente de Colunga, el 24 de septiembre de dicho año a la villa, «un muy agradable puertecito de mar llamado de Ribadesella» en palabras de Laurent Vital, cronista del viaje real (Relación del primer viaje del rey Carlos I a España), siendo recibido alegremente por las gentes del lugar y agasajado durante dos días, celebrándose en su honor varios festejos, entre ellos, una corrida de toros, una demostración de las milicias concejiles, bailes y cánticos populares. A Vital le produjo mucha extrañeza el tocado que cubría la cabeza de las mujeres casadas de la villa y así lo dejó reflejado en su crónica: « (...) llevan una banda o tira flexible de tela ligera recogida a manera de tubo de un ástil, del grueso de mediana y de tal modo recogida y arrollada sobre la cabeza, que el extremo de tan curioso artefacto viene a caerles sobre la frente. Las más gallardas y bonitas hacen el ástil tan firme, tieso y extendido que no hay medio de llevarle más que con la cabeza erguida. Y ponen el extremo de este tubo de tela de un color distinto que la del ástil, tanto que si éstos son blancos, el tubo es amarillo, y viceversa; y nada hay más extraño que ver esto por primera vez, por lo que da que pensar el aspecto de tan curioso atavío». El día 26 el monarca y su comitiva abandonaron la población en dirección al vecino concejo de Llanes.

Eran tiempos en los que la villa parece que gozaba de una intensa actividad, sobre todo en lo portuario. Un documento de 1514 lo describe como «puerto de mar e francés», explicando que «en la dicha villa avia continuamente muchas personas extrangeras a causa de las naves e carabelas que aportaban junto a las casas della». Los barcos locales, por su parte, se dejaban ver no sólo en otros puertos asturianos, cantábricos y mediterráneos peninsulares, sino también en los puertos europeos más importantes del frente atlántico (holandeses, flamencos, franceses, ingleses, irlandeses, etc.). Armadores, pescadores, marineros y comerciantes se reunían en el Gremio de los Mareantes, una asociación nacida en últimos años del XVI con la finalidad de defender a sus miembros («socorrer de «soldadesca» á enfermos é inútiles, viudas y huérfanos...») y regular sus actividades, que disponía de cofradía y de una capilla que, por estar ubicada en el magnífico arenal de Santa María, llevaba su nombre.

Entre los siglos XVI y XVIII hubo de procederse a la fortificación del puerto, ante la constante amenaza corsaria. Así, durante el XVI se fortificó y artilló el recinto de la ermita de Guía para defender el puerto de los corsarios y de las escuadras enemigas de Felipe II. No se registraron saqueos de la villa ni combates de importancia entre los asaltantes y la milicia local, que estaba dirigida por miembros de las familias Prieto y Junco, de gran tradición militar.

En aquel tiempo, los más grandes linajes: Cutre, Ruiz de Junco, Prieto, Ardines..., condicionaron tanto las elecciones a miembros de la organización concejil que acabaron por hacerse con el control total del gobierno municipal. Las regidurías y oficios del concejo pasaron a manos de las más poderosas casas locales. Hasta 1673 los vecinos no lograron redimirse.

En el XVIII hay un ostensible declinar de la actividad pesquera, a cuyo agravamiento contribuye la ausencia de ballenas en su costa, que proporcionaba pingües beneficios al sector, y una en apariencia mengua de los bancos salmoneros. No obstante, en la segunda mitad de esta centuria se asiste a un intento por buscar salidas a la crisis de la pesca. Ribadesella, que desde 1751 se transformó en una de las dos capitales marítimas del litoral asturiano abarcando desde Tazones al oriente de la región, procuró, en las décadas siguientes, consolidarse como primer puerto asturiano y puerto de enlace con Castilla, presentando a la Junta General del Principado un proyecto de carretera hacia la Meseta a través de Ponga. Pero, tal vez por influencia de Jovellanos, las inversiones se fueron hacia el puerto de Gijón y hacia la carretera de Pajares, dejando a Ribadesella un tanto estancada en su progreso. No obstante, en 1781, Carlos III ordenó adjudicar 100.000 reales para el comienzo de las obras de mejora del puerto y ensanche de la villa riosellana que no se verían acabadas hasta casi un siglo después; los trabajos del nuevo muelle dieron comienzo en 1784 y concluyeron en 1854.

La invasión francesa paralizó las labores. La villa fue utilizada como cuartel de retaguardia y puesto de avituallamiento para las tropas del general Ballesteros, que resistía junto al río Deva. En 1810, el general galo Bonet rompió las líneas y llegó a Ribadesella, que volvió a sufrir los rigores de una ocupación que fue continua entre marzo de ese mismo año y el verano de 1811. Las guarniciones francesas padecieron el constante acoso de partidas de guerrilleros que operaban en el área oriental de Asturias (Balmori, Escandón).

En la segunda mitad del siglo XIX la emigración a América en busca de mejores horizontes se hizo masiva. Ante la abrumadora predilección por Cuba, Ribadesella estableció un servicio regular de viajeros de todo el este de Asturias hacia la isla caribeña, donde algunos riosellanos hicieron considerables fortunas y beneficiaron de un modo u otro a su localidad natal. Fue famoso el bergantín La Habana, «vehículo» a un sueño: «hacer las Américas».

En 1865, finalizado el ensanche, se construyó un puente de madera sobre el Sella, que fue sustituido por otro de hierro en 1892. Este resultó destruido en 1937 por avatares de la guerra civil y en 1940 se inauguró el actual puente de hormigón. En los años sesenta y setenta se acabó de urbanizar el arenal de la playa de Santa María, quedando la villa configurada tal como hoy se la conoce.

En el plano político queda por reflejar tanto la victoria en las elecciones de febrero de 1936 del Frente Popular, coalición de izquierdas que rigió la vida municipal hasta septiembre de 1937, fecha en que es tomada Ribadesella por los nacionales, como la imposición de un nuevo y autoritario régimen, que ejerció un absoluto control de la vida política y administrativa del concejo durante casi cuarenta años, «en los que tras una difícil y prolongada posguerra, la construcción de viviendas, el turismo, el consumismo, los medios de comunicación y las nuevas costumbres lograron modernizar la vida riosellana sentando las bases para el cambio democrático tras la muerte de Franco» (Juan José Pérez Valle).

JUAN JOSE PEREZ VALLE: «Ribadesella», en Asturias a través de sus concejos, pp. 706-713, Edit. Prensa Asturiana S.A., Oviedo, 1998.

—: Diccionario Geográfico de Asturias (coautor), Ed. Prensa Asturiana, Oviedo, 2000.

RAFAEL PRENDES RODRIGUEZ-MARIBONA y C. U. A.: «Ribadesella», en Gran Enciclopedia Asturiana, t. 12, Silverio Cañada (editor), Gijón, 1970.

YOLANDA VINIEGRA PACHECO, ANA BELEN DE LOS TOYOS CASTRO y otros: Ribadesella, Caravia y Colunga, en colección «ASTURIAS concejo a concejo», Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), Oviedo, 1995.

Página web del Ayuntamiento de Ribadesella: www. ribadesella.com.

Concejo de Ribadesella

Situada en la costa oriental de Asturias, a los pies de los Picos de Europa, Ribadesella ofrece al visitante una amplia variedad de atractivos: paisaje, historia, cultura, naturaleza, fiestas, gastronomía… concentrados en un territorio recorrido por el río más famoso de Asturias, el Sella.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Ribadesella son: Cangas de Onís, Caravia, Llanes y Parres. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Ribadesella, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca del Oriente de Asturias

Es la tierra asturiana que primero ve el sol, que tiene las montañas de más altitud de la cordillera cantábrica, los Picos de Europa, Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y lugar donde se inició la Reconquista en España, concretamente en Covadonga.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Amieva, Cabrales, Cangas de Onís, Caravia, Llanes, Onís, Parres, Peñamellera Alta, Peñamellera Baja, Piloña, Ponga, Ribadedeva y Ribadesella. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

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«Asturias, una región situada en el norte de España, es conocida por su rica historia, paisajes impresionantes y su destacado patrimonio cultural. A lo largo de los siglos, Asturias ha sido testigo de diversas civilizaciones y culturas, lo que ha dejado una huella imborrable en su patrimonio.»

Resumen

Clasificación: Etnografía

Clase: Datos básicos

Tipo: Historia

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Ribadesella

Parroquia: Ribadesella

Entidad: Ribadesella

Zona: Oriente de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Comarca: Comarca del Oriente de Asturias

Dirección: Ribadesella

Código postal: 33560

Web del municipio: Ribadesella

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Ribadesella

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